Esos son los cuatro temas que dominan a las realidades del presente.
No sabemos todavía cuáles serán las consecuencias de las vacaciones, casi sin protocolos, que se vivieron durante el corto verano.
Mucha gente amontonada, poca distancia entre veraneantes, fue una característica que se registró en diversos lugares.
Sin vacunas aplicadas en el sector docente y en los escolares se iniciarán las clases semi presenciales, mediante un esquema, en general desconocido, que tratará de combinar acciones presenciales con clases digitales.
No es fácil el tema, debemos reconocerlo. Los chicos están muy afectados por el encierro vivido – dicen – hay que abrir las puertas, pero con cuidado.
Los llamados vacunados vip pusieron en jaque a la política. Nos hicieron sentir que somos los argentinos de siempre: algunos vivos y privilegiados, y el resto a la deriva.
Estamos atrapados, esperando que nos coloquen una vacuna, no sabemos cuál nos tocará. No importa, nos dicen, todas son más o menos parecidas en los resultados.
Los que vivimos en el interior del interior desconocemos cómo funciona la logística de la vacunación, Han cambiado el sistema de inscripción ya varias veces, al ritmo de la desconfianza social y de las sucesivas fallas de la interacción de la gente con los sistemas digitales.
Nos preocupa algo más según cual sea la vacuna que nos llegue: la cadena de frío.
Sentimos que estamos, más que nunca, en manos del destino.
Sucede en todas partes del mundo, nos dicen para tratar de consolarnos. Pero no es tan así.
En países como Canadá, o EE.UU. ya tienen compradas seis o siete vacunas por habitante…¿Por qué tantas? No lo sabemos, quizá haya que aplicarse varias durante el año. Nadie dice cuanto tiempo dura el efecto protector de las vacunas.
Ya llevamos más de un año y siempre parece que esto recién comienza.
Casi todos los días están partiendo aviones a buscar vacunas en distintos lugares lejanos, y estamos todavía lejos de poder vacunar al 10% de la población.
Esta es una medida del desconcierto que reina en la ciencia y en la sociedad.
Ya prácticamente no opinan los infectólogos. Los políticos no les dejan decir que es conveniente mantener el mayor grado posible de aislamiento. Al menos hasta saber cómo funcionan las vacunas. Los hicieron callar, son “piantavotos”, pensaron.
Los políticos no quieren contradecir a la gente que está ya muy cansada del encierro, que necesita trabajar, tener ingresos, disfrutar un poco de la vida (¿Cómo antes?). No quieren contradecirla porque este año habrá elecciones y eso es lo único que les importa…
¡Qué pensamiento pobre! – pienso – la muerte anda dando vueltas por ahí y ellos pensando en el poder y en el dinero… estamos mal – sigo pensando – y vamos para peor, digo, y termino. Mejor me callo.