221 Un año para estrenar
Como solía decir Mafalda: tenemos un año nuevecito, para estrenar.
Tratemos, entonces, de no arruinarlo.
Una primera conclusión que dejaron estas fiestas es el descenso del uso de pirotecnia, para felicidad de niños autistas; de adultos mayores acostumbrados a irnos a dormir temprano, y de todas las mascotas.
Con excepciones, casi no hubo explosiones. Comparado, claro está, con años anteriores.
Una segunda conclusión es que también ha disminuido la adoración de estas fiestas extremadamente paganas en nuestro continente, y en otras regiones del amplio mundo.
Un paganismo ahora sostenido más por razones económicas que por contradictorios sentimientos religiosos.
Lo de contradictorio viene de aquello que pregonan la mayoría de las religiones: la vida austera, los sentimientos profundos, la hermandad.
Con solo ver las propagandas y ofertas sabemos que se trata de una absoluta hipocresía.
Sigue naciendo Jesús en el establo y los romanos brindando en el palacio.
Sigue estando Judas al acecho.
Lo importante es que el año es nuevo y recién comienza. Está en nuestras manos darle forma, como a la arcilla. Luego colorearlo. Y finalmente cuidando que no se nos queme en el horno.
Conflictos y contradicciones no faltan.
Caminos para elegir tampoco.
Y nacen esperanzas, en ese reaparecer de la gente en la realidad.
Doña María apagó el televisor y salió a la calle. ¿Me acompañas José?
Se sumaron unos cuantos en diferentes latitudes.
La dirigencia se puso seria. ¿Qué sucede? ¿Qué hace tanta gente en la calle? ¿No era que ahora jugábamos en las redes?
Es culpa de esa mocosa, dijo Donald.
¿El pato? No bolu, el presi.
Así parece que se viene el nuevo año.
Las calamidades climáticas han comenzado a aumentar la zozobra en países que creían que tenían todo controlado con la tecnología y los recursos económicos. Los incendios en California y en Australia le han metido dudas a la sociedad. Dudas e inseguridad.
El clima hostil, con calores y fríos desmedidos contribuyen con la duda, que se generaliza.
Los sargazos caribeños han invadido las playas más bellas del mundo. Aunque no lo comentan, todos saben el porqué de su crecimiento desmedido: los efluentes cloacales descargados en los mares han logrado modificar la química del agua.
Hay una enorme cantidad de temas preocupantes que no vale la pena repetir. Los medios convencionales los están replicando, con explicaciones científicas de expertos.
El oído popular ha comenzado a escuchar esas cuestiones.
Y poco a poco se van convirtiendo en temas de conversación.
Nadie sale tranquilo de viaje si antes no confirma el pronóstico meteorológico y logra dejar bajo control su vivienda.
El temor recomienda la prudencia.
Una vez en viaje, el temor se traslada a las rutas.
El 2020 será un año movido, no solo aquí, en todas partes.
Si algo faltaba para preocuparnos, sucedió ayer, en Bagdad.
Ojalá no lo gastemos demasiado pronto.
La nueva esperanza se ha instalado en los jóvenes.
Eso pensamos.
Espacio Cultural El Sitio
Enero 4, 2020.
222 Una gran reflexión humana
Todas y cada una de las cuestiones y matices de la Realidad nos llevan a la conclusión que solo puede salvarnos una gran y definitiva reflexión de la raza humana.
Algo bastante improbable, como el nacimiento de una nueva y única religión que ordene un conjunto de principios éticos y morales, que a su vez, establezcan nuevas formas de pensamiento y comportamiento.
El agrietamiento de la sociedad es múltiple.
Generalmente se ponen en la mesa las grietas políticas, sociales, económicas, ideológicas, pero posiciones absurdamente irreconciliables nos dividen hasta en las preferencias del consumo; o en cuestiones deportivas. Muy absurdo.
Hasta podría ser un divertido tema literario si no fuera que las grietas generan resultados trágicos.
Mueren individuos por culpa de grietas, como las de género, por ejemplo.
Mueren grupos en luchas estériles.
Hasta desaparecen etnias, por acciones directas o por abandono.
Estamos frente a un gran fracaso del sistema global. Que no evolucionó hacia las igualdades, como suponían algunos soñadores no hace más de dos siglos.
Tomó el rumbo opuesto.
Los esclavos que habitaban barracas en aquéllos tiempos estaban más seguros que las clases marginadas del presente.
Los migrantes que mueren en naufragios van en busca de la esclavitud que les permita sobrevivir, no de la libertad.
Esta palabra: libertad, ha relativizado su significado.
Y han muerto millones en su nombre.
¿Cómo producir esa gran reflexión que permita simplificar a las complejas realidades que vivimos y diseñar las diez, o quizás veinte, cuestiones esenciales en las cuales basar la vida?
Ese debiera ser tema de tesis de sociólogos y filósofos y la preocupación fundamental de las clases dirigentes de todo el planeta.
Un imposible, parece.
Sin embargo, alguna vez hemos mencionado una palabra clave: simplificar.
Por allí debiéramos comenzar. Deshojar a la realidad hasta llegar al meollo de la vida. Encontrarlo. Saber cuál es el sentido de todo esto. Comprender, de una vez por todas, cosas como el nacimiento y la muerte. La no existencia de la inmortalidad. Lo absurdo de acumular fortunas o poder. El valor de la mirada, la sonrisa y el apretón de manos.
La importancia de la vida en todas sus manifestaciones. Hasta la del insecto que creemos peligroso pero que cumple su rol en la biodiversidad.
Recuperar un concepto básico de la naturaleza: el equilibrio.
Tenemos ya dos palabras importantes sobre la cuales iniciar la reflexión: simplificar y equilibrar. Un buen comienzo.
Hasta aquí llegamos hoy.
No podemos agregar nada más.
Solo que estamos dispuestos a sumarnos a esa gran reflexión.
Espacio Cultural El Sitio
Enero 11, 2020.
223 Recorriendo el espinel
Los que alguna vez fuimos pescadores sentimos como una pérdida de encanto tener que devolver al agua la trucha pescada, cuando antes, la disfrutábamos con el sartén.
Sin embargo, lo entendemos, es un problema de dimensiones.
La pesca y la caza pueden catalogarse de deportes hostiles, por no decir asesinos.
Un día esclarecedor vi como moría, asfixiado con aire, un bello pez en el Caribe, que acababa de pescar, y supe que no podría pescar nunca más. Y así fue.
Pasaron muchos años de ese episodio. Mis amigos de Villa María me invitaron a ir a pescar al Paraná, en los canales cercanos a Puerto Gaboto. Allí fuimos.
Pero yo no pescaba, me dedicaba a las actividades del campamento.
Ante la persistente insistencia de mis amigos, arrojé mi línea al río, y pesqué un amarillo mediano. Ya está, dije, lo hice. Punto. Y nunca más pesqué.
Cuando se hace la luz, la oscuridad desaparece.
Tampoco me gusta que devuelvan al agua peces heridos en sus bocas por filosos anzuelos, una verdadera tortura, en términos de los derechos de los animales, que debieran existir y ser respetados.
Se debe impedir la muerte innecesaria. De personas y animales.
La caza y la pesca deportivas son actividades crueles.
Esas batallas serán las primeras que ganarán ambientalistas y veganos.
Allá por los sesenta, me contaban que en los EE.UU. el día que se inauguraba la temporada de pesca de la trucha, centenares o miles de pescadores aguardaban en las orillas de los ríos que los encargados del tema sembraran aguas arriba miles de truchas medianas para que ellos pudieran pescarlas, y llevarse su trofeo.
Como la caza de las palomas, que las sueltan para que tiradores expertos y aprendices disparen su artillería desproporcionada.
En nuestra provincia hubo que realizar estudios químicos para establecer la posible contaminación con plomo existente en los suelos, en las regiones de caza de palomas.
Defendemos el turismo extranjero, dicen los organizadores. Pero ocultan actividades conexas que se conocieron, como dispararles a chicas con ropas livianas con proyectiles de pintura para conquistar su presa. Parte de la fiesta. Ahora seguramente inadmisible por los defensores de la igualdad de género.
Que distancia infinita entre ese turismo y aquel otro dedicado al avistaje de ballenas o cóndores.
Pero esta nota quiere tomar un nuevo rumbo: tres noticias, una local y dos foráneas llamaron mi atención entristecida en las últimas semanas. Un pescador exhibió con orgullo una enorme carpa de más de 50 kg, lograda en al Lago San Roque, que seguramente no debieron comer ante la contaminación que carga el lago; otros pescadores, en el Paraná, exhibieron con orgullo una Raya de más de 150 kg. lograda en la orillas del río; por último, acabo de ver una foto de un enorme pez, un mero de Varsovia, casi extinguido, pescado en La Florida, EE,UU, catalogado por ellos como un “verdadero monstruo de los mares”. Un pez de cincuenta años, posiblemente viejo y enfermo, vaya hazaña.
Hubo otras noticias similares vinculadas con grandes surubies obtenidos en nuestros ríos del litoral y otras similares, provenientes de los mares.
Para sacar del agua un pez de 100 kg. o más, no alcanza un pescador y su caña; hacen falta varios y dotados de tecnología apropiada. No es una lucha igualitaria. Tampoco los elefantes se matan con puñal sino con un fusil de alta potencia.
¿Deporte?
La pesca comercial, en gran escala, de peces, ballenas y moluscos, es otro tema que alguna vez habrá que analizar. Tanto en sus aspectos éticos como ambientales.
Es posible que en la niñez pueda ser necesaria esa prueba de lucha primitiva frente a la naturaleza, que de alguna forma determinó el dominio del hombre sobre ella.
Prueba que no debiera durar mucho, frenada por los sentimientos de respeto que debemos alcanzar sobre la vida toda.
Este concepto debe formar parte del paquete educativo, si queremos evitar que sobrevivan los cazadores sin sentido. Los coleccionistas de colmillos de elefantes o cabezas de ciervos o jabalíes. O las bocas embalsamadas de tiburones y cocodrilos.
Los medios de comunicación, si realmente se sienten al servicio de la vida, deben evitar premiar esas noticias.
Más bien agregarle algún comentario que indique la naturaleza salvaje de esas prácticas.
Ser coherentes, porque en otras notas, en el mismo ejemplar, se resalta el peligro de la extinción de muchas especies por culpa de la actividad humana.
Y eso de que el hombre domina a la naturaleza es un mito. Prueba de ello son el descontrol climático; los incontenibles incendios forestales; y la contaminación sin límites de los suelos, los aires y las aguas.
No dominamos a la naturaleza, en realidad, la destruimos.
Esta es la lamentable cultura vigente.
Aunque se perciben algunos síntomas de cambios.
Lo cual no deja de ser una esperanza.
No mencionamos el triste episodio del cordero arrojado desde el helicóptero porque supera la lógica de esta nota.
Espacio Cultural El Sitio
Enero 18, 2020.
224 Ineludible
Les guste o no a un amplio sector de nuestra sociedad, que descree en el Estado en lo que hace al manejo de empresas, hay dos temas ineludibles en el futuro cercano, que ya se visualiza claramente en el presente.
Entre otros (no pocos) recursos naturales que comenzarán a escasear en un mundo cuya población y consumo crecen exponencialmente, se encuentran el agua potable y la energía, con sus respectivos correlatos sobre un conjunto de necesidades básicas, como los alimentos y el transporte.
El transporte es y será totalmente dependiente de la energía.
Y nuestros organismos requieren, directa o indirectamente, agua.
Ambos temas: agua y energía deberán ser gestionados por los Estados. Con o sin participación complementaria de empresas privadas. Pero la responsabilidad social de que la energía y el agua sean para todos, debe ser obligante.
En las actuales estructuras económicas el transporte ha dejado de ser un negocio sustentable para las empresas privadas. Sobreviven solo si los Estados subsidian gran parte de sus costos, entre los cuales la energía es uno de ellos.
Además el Estado debe subsidiar a un conjunto no menor, de usuarios.
¿No es mejor acaso sincerar la situación y que el trasporte público, en todas sus formas, sea ejecutado por el Estado? Más aún, mediante el uso de tarjetas de consumo limitado de transporte, el Estado puede brindarlo en forma gratuita, para todos los ciudadanos. Esto no quita que haya, además, transportes privados al cual puedan optar quienes quieran y tengan los recursos para utilizarlos.
Pero el estado debe garantizar transporte terrestre, marítimo y aéreo básico, gratuito, a quienes lo requieran por razones de trabajo o estudio.
A medida que avance el tiempo el costo del transporte será inviable para los ingresos laborales.
Esto lleva a pensar que también dependa del Estado la producción, distribución y administración de la energía, en cualquiera de sus formas. Particularmente la del futuro próximo: la eléctrica. Admitir, por supuesto, que existan prestadores privados de energía, que compitan con el Estado, generando energía solar, eólica o térmica ecológica.
Nuevamente, el consumo básico de energía, hasta un consumo prefijado, gratuito.
Un análisis similar proponemos para el consumo de agua potable, cuyo consumo gratuito debe ser celosamente medido y controlado. Quien se exceda tendrá que pagar el exceso.
Nuevamente posibilitar a empresas privadas que vendan agua bajo control de calidad del Estado, a quienes deseen comprarla.
Alguien se preguntará ¿cómo hará el estado para financiar estos tres rubros? Es una pregunta inocente, ya lo hace en gran parte con los subsidios a las empresas que brindan esos servicios, y usuarios de bajos recursos, o estudiantes, o jubilados.
Hay actualmente un agravante con el subsidio directo a las empresas: se subsidian también sus ganancias.
Todos estos subsidios serán crecientes a medida que la crisis de los recursos aumente y la rentabilidad de las empresas lo reclame.
Estatizar la base central de la producción y distribución de la energía; el agua potable, y el transporte público, y brindar estos servicios en forma gratuita hasta un monto razonable es un paso necesario para atenuar la situación social y decisivo para controlar el uso de estos servicios muy vinculados a la crisis que se viene.
Se puede pensar en empresas del Estado, bien administradas, controladas por el Congreso y por un mecanismo de participación social directo que garantice la presencia de todos los sectores e instituciones ciudadanas.
El control de consumo es muy simple contando con las nuevas tecnologías informáticas que se disponen. De hecho ya se utilizan en varios campos, incluidos los subsidios sociales.
El funcionamiento de estas “empresas estatales” deberá responder a una estructura de costos establecida y controlada por aquellos mecanismos legislativos y populares.
El objetivo de esta propuesta responde a dos cuestiones esenciales: una de orden social, la otra, de defensa de los recursos críticos que enfrentaremos.
El estado somos nosotros, los ciudadanos, y podemos cambiar a la política.
Eso es lo primero que debemos comprender.
También apostaremos por una salud pública y gratuita, medicamentos incluidos. Esto es otro gran tema para tratar.
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Enero 25, 2020.
224 La inteligencia artificial
Esta semana pasada, una breve nota mía sobre la robótica disparó una reflexión interesante de Carlos Candiani sobre este tema. Debo decir que a Carlos lo conozco desde hace muchos años y siempre me admiró su inteligencia, la cual, obviamente, no es artificial.
Carlos cerró sus comentarios con una reflexión final sobre “el uso” de la inteligencia artificial, y les tiró la responsabilidad a las dirigencias políticas y empresariales.
Indudablemente es un tema que originará mucho debate en los próximos años, entre defensores y detractores, como siempre.
Trataremos hoy de marcar solo algunos hitos.
Uno de ellos tiene que ver con la necesidad de la raza humana de avanzar con el conocimiento. Conocimientos. No siempre útiles o necesarios, incluso, muchas veces, perjudiciales (como el desarrollo de armas terribles); otras veces parecen inofensivos en el presente y se vuelven perjudiciales en el futuro, como los plaguicidas, los plásticos, los alimentos con hormonas, y cosas por el estilo.
Pero la raza, en su mayoría, cree en el progreso de las ciencias, del conocimiento. En todos los tiempos, en todas las latitudes, en todas las clases sociales existieron y existen inventores. Personajes que persiguen ideas imaginadas primero, y realizadas después. El gran ingenio humano, se dice.
El siglo XX superó todo lo imaginado anteriormente. Comenzó el siglo mostrando algunas máquinas a vapor como grandes desarrollos; con trenes ruidosos que serpenteaban geografías, y concluyó ese siglo con la raza casi lista para salir a recorrer el espacio interplanetario. Arrancó con el telégrafo y culminó con internet. Vaya cambios.
Cuando vemos avanzar a todo ritmo de robots que son utilizados con mucho éxito en los procesos productivos, se nos viene a la mente la famosa frase “éramos muchos y parió la abuela…”.
Claro, lo primero que pensamos es que los robóticos se quedarán con los puestos de trabajo….¿Y nosotros, qué haremos? O mejor dicho: ¿De qué viviremos? ¿Cómo generaremos los necesarios ingresos?
Desde una mirada global esas dudas tienen muchas respuestas, algunas de las cuales, por supuesto, parecen lejanas.
En Finlandia eligieron a la Primera Ministro más joven de la historia, Sanna Marin, 34 años. En su plataforma electoral postuló cambiar el régimen laboral. Pasar de la jornada de ocho horas a seis horas y de cinco a cuatro jornadas laborales semanales. Obviamente, una medida para socializar el trabajo. Todavía no se implementó, pero hacia eso se avanza.
Esa medida duplica el espacio laboral.
Los empresarios pondrán el grito en el cielo – dice mi amigo – cómo podrán acomodar el costo laboral si se les duplica la planta? Porque será imposible bajar los sueldos.
El cambio que impulsa la joven finlandesa es profundo. Por ejemplo, la gente, con más tiempo libre podrá dedicarse a otras actividades, algunas serán productivas, ¿por qué no?. Eso cambia la mentalidad de la gente y las reglas de juego.
Por otro lado, en nuestro país, el precio de cualquier cosa tiene adentro un 50% de impuestos. ¿Y en qué utiliza el Estado esos impuestos? La mayor parte en subsidiar desocupados… algo absurda esta ecuación.
Si a las empresas le quitaran impuestos, podrían tomar empleados, y se reducirían los desocupados. El Estado nos saldría más barato. No sería malo.
Todo se puede acomodar a diferentes formas de funcionamiento. Es cuestión de animarse a hacer cambios y anteponer la honestidad. Hacer las cosas bien, y de a poco, siempre acompañando con el cambio cultural.
Esta pregunta es fuerte: ¿Hasta cuándo tendremos que trabajar ocho horas diarias por cinco días a la semana? Ese modelo es anterior a la era tecnológica.
Surge una segunda pregunta: ¿Qué haremos con el tiempo libre?
No sea cosa que nos aburramos y nos dediquemos al vicio, a los consumos no recomendados, al desbarranque.
¿Las gusta practicar deportes? ¿Les gusta estudiar? ¿Les interesa viajar? ¿Tienen ganas de iniciar innovaciones? ¿Qué les parece la lectura? ¿Tal vez escribir?
Si además nos jubiláramos a los sesenta, tendríamos, mínimo, dos décadas para hacer montones de cosas postergadas.
Indudablemente, otra forma de vivir.
Ayer mismo, Errede me dijo: siéntate Charly, tómate una cerveza, yo me encargo de las compras.
Si la robótica se viene para todo eso, no es malo, no señor.
El problema es nuestro no de ellos.
También pueden venir para otros asuntos. Mejor no pensarlo.
¿Ves ese avión, Charly? Lo maneja un primo mío – dijo Errede mientras se disponía a ir a hacer las compras.
Dime Errede, ¿No me habías dicho que tu primo era cirujano? Ése es su hermano, Charly.
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Febrero 1, 2020.
225 Lo macro y lo micro
A los políticos, posiblemente muy influenciados por los economistas, les gusta enunciar macro políticas. Llevamos décadas escuchando anuncios y la realidad no prospera.
Posiblemente los errores o torpezas en lo macro no se ven tanto, siempre se pueden explicar por causas externas. Además, de una sola vez, tapas montones de errores.
Pero cuando se te funde el quiosco, no tienes muchas explicaciones para dar.
Podemos hacernos una buena pregunta: ¿La economía se construye desde arriba o desde abajo?
Desde arriba se pueden y deben generar las condiciones propicias, pero casi todas las grandes empresas y corporaciones del mundo comenzaron en un garaje.
Más o menos así fue la cosa.
Y si hay un ejemplo que perdura, miremos a Japón. Las grandes marcas industriales japonesas provienen de verdaderas corporaciones de pymes familiares.
La multiplicación del trabajo mediante una extensa red de proveedores que se especializan en hacer sus partes excelentes para que se sumen a la excelencia del producto final.
Otra buena pregunta: ¿Cuánto mide el desempleo en Japón? Seguramente muy poco, en esas sociedades nadie sobrevive sin trabajo.
En el otro extremo del mundo está Bolivia, con un desarrollo productivo de baja escala basado en la capacidad artesanal originaria a la que se ha sumado una extraordinaria capacidad de copiar los productos universales, incluida su calidad, y plagiar su marca.
En El Alto viven varios millones de bolivianos. Muchos de ellos se dedican a la confección de prendas. Son muy buenos en ese oficio. Compran en el mercado internacional la misma materia prima que utilizan las grandes marcas; copian los modelos de moda; los reproducen con prolijidad extrema y le pegan la marca ilegal que identifica a los productos importados. No es detectable diferencia alguna en la calidad de la prenda. Quizá, si se observa bien, es mejor la copia boliviana. Y se vende en el mercado libre a la cuarta parte (o menos) de la original.
Para evitar demandas trabajan en escalas pequeñas, para la comercialización directa. De ese modo nadie les reprocha nada.
Este ejemplo puede servir para todo un estudio o tratado sobre la ética comercial. Pero lo que importa a esta nota es la capacidad que tiene la gente de El Alto para construir la microeconomía que les permite sobrevivir. Y lentamente, progresar.
Recuerdo una campera verde oliva, de tela de avión, con abriguito interno de lana de vicuña o llama, que nadie podía creer que no fuera traída de Europa y que la hubiera comprado en el mercado popular de La Paz por solo ocho dólares. Años la tuve en uso, sin que fallara nada, hasta que me la robaron del auto estacionado.
Paralelamente desarrollan la confección del cuero, con una ventaja comparativa. El cuero de vaca andino es de la mejor calidad, no presenta perforaciones, porque no hay garrapatas en ese clima.
Tampoco hay tantas vacas, esa es la otra cuestión. Pero si hay cabras, ovejas, llamas, vicuñas. Hay buenas prendas de cuero en los mercados bolivianos.
Hace quince años – aproximadamente – estuve reunido, en El Alto, con pequeños productores de prendas de cuero, por temas ambientales, ligados a los efluentes del curtido artesanal que contaminaba las aguas de las quebradas. Tratábamos de ayudarlos a organizar la etapa del curtido de modo asociativo para garantizar procesos limpios. No sé realmente cómo terminó esa historia, seguramente se debe haber avanzado, contaban con apoyo de gobiernos europeos para llevar adelante esos programas.
Me cuenta el Topo, que estuvo reunido con pequeños productores rurales de los andes peruanos, que explotan parcelas pequeñas. Quiero decir tres o cuatro hectáreas como máximo. Además de resolver el consumo regional, acceden al mercado de las grandes ciudades e incluso exportan, favorecidos por ventajas comparativas que tienen sus productos tropicales.
En las regiones andinas la topología del suelo impide los procesos que utilizan los terratenientes. La producción grande no puede ser sino la suma de muchas producciones pequeñas. Por algún proceso asociativo se organizan.
“Viven bien no les falta nada”, contaba el Topo. Hay muchas escuelas rurales. Tienen internet en sus hogares. Y si algo les faltaba, les llegó: la telefonía celular. Para ellos fue revolucionaria esa telefonía. Les simplificó todo.
Puse de ejemplo esos dos países: Bolivia y Perú porque son la prueba viviente del peso de la microeconomía. En ambos hubo y hay crisis políticas tan o más grandes que las nuestras, sin embargo no tienen casi inflación, y la paridad cambiaria de sus monedas, casi no cambia frente a las poderosas. Por supuesto, se vive de forma más modesta. ¿No es bueno eso?
No siempre hay que mirar hacia arriba y adelante. A veces es bueno mirar hacia abajo y hacia atrás. O hacia los costados.
Otra cosa: la supuesta felicidad basada en el consumo no tiene futuro, cuidado con la educación de los hijos.
En nuestra historia hubo períodos donde la economía se recreaba con un universo Pyme que era envidiada por toda América Latina.
Cuando se abrió la economía, comenzamos a comprar cosas de menor calidad y mayor precio.
Por supuesto algunos, los rápidos comerciantes, se quedaban con una diferencia que, a unos cuantos, volvió ricos..
Y aprendieron el oficio de llevarse los dólares afuera.
Y dejarlos allí, por las dudas.
No es malo pensar un poco en estas cosas, sin dogmas ideológicos, solo con el sentido común que nos indica la realidad.
¿No les parece?
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Febrero 8, 2020
226 El débito automático
La deuda pública nacional es de todos y todas, la repartieron mediante el débito automático, capacidad operativa que tienen los que administran el poder.
Posiblemente esa desconfianza ancestral que tienen los viejos hacia los cajeros automáticos y el manejo virtual de sus dineros, tenga su origen en la suma de estafas que han sufrido a lo largo de sus vidas.
Seguramente se recuerdan ahorrando moneditas y pesitos para cumplir algún sueño y que de pronto un señor venga y les diga: eso que tienen, ya no vale nada,, hemos devaluado.
Allí quedó la latita con monedas, en un estante del tallercito.
¿Para que la guardas abuelo?
Como recuerdo, y quizá algún día sirva de prueba en eso que llaman juicio final, y pueda desparramarlas sobre una mesa y decirles: ¿Quién fabricó esta porquería?
No se hagan los desentendidos, fueron Uds.
Ese juicio no existe abuelo, es una fábula.
Entonces es posible que las meta en un envase de vidrio, lacre su tapa, lo envuelva con papel con alquitrán y las entierre en el jardín. Seguramente dentro de varios siglos algún descendiente nuestro las encontrará y podrá venderlas a un valor bien elevado, porque, aunque parezca mentira, así son las cosas.
Esa idea no es mala, suena como un mensaje del pasado al futuro. A muchos les costará entender qué eran esas figuritas de metal que fabricaban los antiguos. Seguramente los coleccionistas de cosas inservibles las pagarán muy bien.
Dime abuelo, te noto preocupado, ¿Qué te sucede?
– No me han llegado los impuestos de la casa, y si no los pago….
– No te preocupes, te los cobran por débito automático…
– ¿Y los municipales? ¿Y la luz, el gas y el agua?
– También.
– ¿Y las cuotas de la mutual? ¿Y el entierro prepago? ¿Y la compra del supermercado?
– Todo, abuelo, todo viene por débito automático. Te depositan la jubilación y luego, por débito, te descuentan todos esos gastos.
– Pero no me mandan ningún comprobante…
– No te preocupes, eso lo tienes en tu resumen mensual, lo que te pagan son créditos, lo que te cobran son débitos…
– Dime una cosa, nieto mío, ¿la famosa deuda externa, también nos la cobran?
– Por supuesto abuelo, esa es la única que pagas tanto en los créditos como en los débitos.
– ¿Y cómo la reparten?
– Eso, solo lo sabe Dios, podrás preguntarlo en ese famoso juicio final que tu mencionas.
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Febrero 15. 2020.
227 El avance de las crisis
Podemos pensar –si nos hace bien- que la cantidad de noticias terribles que nos llegan se trata de “cosas que siempre sucedieron”, pero que ahora se conocen debido a los sistemas globales de comunicación que nos envuelven o rodean (elijan lo que más les gusta).
Pero yo niego esa interpretación: suceden muchas cosas, algunas nuevas y terribles.
Ayer un niño de once años, revolver en mano (quizá fuera de juguete) asaltó con dura amenaza a una taxista en Carlos Paz.
Leo en los medios la preocupación de padres, maestros y psicólogos sobre propuestas viralizadas como el “rompe cráneos”. Aquella ballena de antaño proponía el suicidio. El “rompe cráneos” propone el asesinato. Tipo Gesell. Terrible. ¿Será prudente repartir computadoras o celulares cuyo uso no tienen un control adecuado? Es una pregunta.
En Alemania (un país serio y organizado) unos tipos entraron a los tiros en dos bares y mataron a un montón de gente e hirieron a otros tantos.
En China, un virus incontrolable lleva cerca de dos mil muertes y alrededor de cien mil infectados. Un virus desconocido. No es el primero que aparece en los nuevos tiempos. ¿Tendrán algo que ver el deterioro de la naturaleza? Es una pregunta.
En la propia Europa, inventora de la República, ha comenzado a tambalear la democracia, acosada por el desencanto social (pese a que viven muy bien– me dicen amigos) y el surgimiento o retorno de ideologías fanáticas o estrictas (como más les guste).
La violencia de género no decrece, por el contrario, se multiplica. Cuanto más se empoderan las mujeres parece que aumenta la fobia masculina. ¿Conducirá esto a una guerra de sexos? Es una pregunta.
Anteayer, una foto fortuita –para ilustrar una nota sobre el descenso de exportaciones provocado por el coronavirus- mostraba una cubierta de barco argentino que rebozaba de langostinos, tanto, que parecían caerse por los costados. Un barco. ¿Cuántos de esos andan con sus redes en nuestros mares del sur? Es una pregunta. ¿Cuánto tiempo le queda a la vida en los mares? Es otra pregunta. Estamos reemplazando a peces y crustáceos con basura plástica. Es una verdad.
Un periodista se burlaba de la propuesta de Duhalde sobre la venta de alimentos a granel “para bajar la inflación”. Ante el tema se quedaba solo en ese concepto: bajar la inflación. Ganas de decirle: macho, se trata también de lógica, de sentido común, de defensa del medio ambiente, de cultura. Sobre todo de cultura.
Otro conocido opinaba: ¿estamos por lanzar un nuevo satélite al espacio y resulta que vamos a comprar dulce de leche suelto? . Si hermano, lo hacen los alemanes, con todo su desarrollo a cuestas. (Que desamparo cultural estamos viviendo los argentinos, pensar que éramos el “país culto” de américa latina….en tiempos que comprábamos el dulce de leche llevando el frasco). No es una pregunta, es una respuesta.
Pero en la nueva realidad que enfrentamos los argentinos me preocupa la posibilidad de un desencuentro intergeneracional. El planteo inexacto e injusto – aunque mundialmente compartido – que con el avance de la vida humana media se hacen insostenibles los beneficios de la clase pasiva. En Europa le buscan una salida mediante el ajuste de la etapa laboral – y de aportes -; nuestro país está tomando nota, pero allá no tienen la urgencia de un déficit fiscal, con cara de monstruo, que perece comerse todo.
Aquí comienza a suceder el cambio generacional en la política, parece que comienzan a retirarse los Antiguos y vienen los Breves a reemplazarlos, en medio de un desencuentro de intereses entre abuelos y nietos.
¿Podrán los Breves conducir este problema de forma razonable?
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Febrero 22. 2020.
228 El desgaste es inevitable
Esta es una cuestión que los estrategas siempre deben tener en cuenta.
¿Cuánto tiempo le queda al recurso de los festivales a mansalva?
En nuestra Provincia, desde mediados de diciembre hasta comienzos de marzo se desarrolla una sucesión interminable de festivales. Cada localidad busca algo que la caracteriza para darle nombre a su festival.
Algunos festivales se han vuelto íconos, entre ellos el mayor (que parece que ya comenzó su decadencia): el Festival Nacional del Folclore de Cosquín. El que le sigue en ese rubro musical también se perfila con dificultades para mantenerse fuerte: el Festival de Doma y Folclore de Jesús María. Los accidentes ocurridos en la edición 2020 han creado una duda que será creciente sobre su continuidad con el formato actual.
El Festival del Rock, por la propia esencia innovadora de su género, ya busca nuevos formatos, se renueva y se proyecta hacia otros horizontes.
El Festival de Peñas de Villa María apunta alto: trata de valorizar la infraestructura que dispone para competir a nivel internacional con Viña del Mar. Lo cual no será fácil.
El Festival del Tango, en La Falda, tiene la virtud de realizarse en la temporada invernal. Buena idea, aunque sacar al tango de Buenos Aires no es un oficio fácil.
El resto son réplicas interminables a menor escala que van sucediendo, uno tras otro, en todas partes. Cualquier tema sirve para tratar de caracterizar cada festival: desde las comidas típicas hasta algún paisaje original.
Algunas decenas de intérpretes de música y canto, que ya no disponen del negocio discográfico para financiar su arte, los recorren, con presentaciones más o menos similares que se van repitiendo de pueblo en pueblo, como los viejos circos.
El atractivo turístico de los festivales regionales es relativo. Posiblemente el 80% de los asistentes es gente del lugar, o de poblaciones cercanas. De ser así estaríamos concluyendo que el dinero no entra, solo circula, y parte sale, la que se llevan los artistas y las empresas promotoras.
Es muy posible que esta “industria festivalera” comience a declinar, comenzará seguramente reduciendo la duración de los eventos, a un par de días, como máximo. Esto nos parece un camino razonable.
Una buena opción para los artistas serán los recitales, en horarios y locales adecuados.
Más puntuales en gustos y más accesibles.
Las ferias regionales, con comidas típicas, en las calles, en horarios razonables deberían ser promovidas por los municipios para atraer al turismo.
Otro tema que este año mostró un peligroso declive fue la actividad teatral de Carlos Paz, y creo que lo mismo sucedió en Mar del Plata.
Este año las salas no lograban llenarse. Las compañías debieron recurrir a promociones tipo “dos por uno” y otras similares. El rating las puso en conflicto de competencias.
Seguramente los organizadores se excedieron en la oferta. Ha llegado la hora de racionalizar la actividad.
Y de comenzar a pensar en cosas nuevas.
Es cierto que estamos en la era del entretenimiento. No podemos estar sin hacer nada. Hemos perdido el encanto de mirar correr el agua cristalina del arroyo. O quizá el agua ya no es tan cristalina, ¿verdad? . Por allí anida lo preocupante.
Porque lo realmente preocupante no es el declinar de los festivales o el teatro. Lo preocupante es la declinación de lo permanente: la naturaleza. Que fue la causa histórica del turismo.
Tiene algo de ilógico pensar que alguien viaje mil kilómetros para meterse una noche en un teatro o para dedicar varias noches largas a un festival. Y paralelamente sufrir la misma incomodidad de tránsito vehicular que en la ciudad de origen. Y que encima le rompan el vidrio del auto o la puerta de la casa alquilada y le roben pertenencias.
Además, están los mosquitos, no olvidarlo.
Todo esto hay que repensarlo. Analizar el desarrollo histórico del turismo en nuestra provincia y potenciar lo permanente: el agua, el bosque, el paisaje, el buen trato, la seguridad, la limpieza, la buena y sana comida, y el precio justo, sin excesos.
En esa historia nacieron y se desgastaron muchas actividades. Carlos Paz surgió como polo turístico, allá por los sesenta, mediante el automovilismo. Eso ya paso, quedó el rally, pero de corto efecto en el tiempo.
Después, en varios pueblos se apeló a la desgracia de los casinos. Desgracia para los pobladores, que en los aburridos inviernos, se jugaban todo. Y perdían, por supuesto.
Siguen con alguna vigencia algunas actividades deportivas, el parapente, el ala delta, el paracaídas. La pesca ya no está. Y la náutica es relativa cuando las aguas lucen sucias y contaminadas.
En Córdoba no hay mar ni nieve, hay tranquilidad y peperina.
Sosiego diurno para los grandes y algo de ruido nocturno para los jóvenes.
Un buen asado, un cabrito, los alfajores.
Y el saldo invalorable del descanso.
Esas son cuestiones permanentes.
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Febrero 29, 2020.
229 Otoño difícil
Dicen, los que saben de estas cosas, que el verano no quiere irse porque le teme al otoño.
Y no le faltan razones. Si bien el calor y la humedad favorece al dengue, el frío amenaza con el corona. Eso, en lo que hace a la salud.
Respecto de la economía familiar el horizonte se ha enturbiado lo suficiente como para que no se pueda ver más allá de abril. Una espesa niebla oculta mayo. Y la oscuridad se acrecienta a partir de junio.
Se cierra ese mes el primer semestre, al cabo del cual será inevitable un balance.
En el campo de la educación la situación es también algo incierta. Hasta ahora se ha logrado un equilibrio mínimo inicial que ha suspendido los conflictos docentes. Si, suspendido, postergado, aclaran los gremios que no quieren renunciar a la cláusula gatillo o cualquier otra variante que los ponga a cubierto de las heladas de la inflación.
De las universidades poco se sabe, hace bastante tiempo que reina el silencio. Casi como que no existieran.
Aún frente a las pandemias, de las que habla todo el mundo, las universidades han hecho mutis. ¿Se tratará del silencio responsable de la ciencia?
¿O será que a sus pasillos y claustros no llegan los ruidos de la realidad externa?
¿Tan concentrados están en sus intereses? Parece que sí.
El gran interrogante es qué harán los gremios, a medida que vean acercarse agosto. Ese mes clave al cual Alsogaray (en aquellos tiempos) lo definió como el límite de la supervivencia. Al respecto, dicen que los delegados andan exigiendo a las dirigencias que las definiciones salariales deben definirse antes de julio.
La posibilidad de abrir las paritarias aumenta el ritmo cardíaco del área económica del gobierno, que prefiere los inventos del área social, más manejables. Puntuales. Por sector, O casa por casa, preferentemente. Aunque parezca extraño, al estilo Macri.
Asegurar la comida a quienes lleven dos días de ayuno, por ejemplo.
Dictar aumentos salariales por decreto en algunos sectores produce espacios de injusticia al provocar desequilibrios cuya evolución conducirá, inevitablemente, a conflictos.
Si los precios continúan subiendo, y los ingresos no acompañan, el resquemor social será incontrolable.
Se sabe que es difícil congelar la economía, más aún si se producen desequilibrios intersectoriales. No se debe subir –por ejemplo- los ingresos de las enfermeras y dejar quieto el de los médicos. El gobierno debe entender que no son subsidios de supervivencia, son salarios.
Algo similar sucede con los ingresos del personal doméstico, que se ajusta periódicamente, y que es justo, pero si se deja quieto el ingreso de los jubilados, que son usuarios obligados de ese tipo de personal, se hace imposible mantenerlo en la práctica. Se termina reduciendo las horas contratadas, lo cual conduce al deterioro de la realidad de ambos sectores.
Se acerca la necesidad de estudiar medidas profundas en el área económica. Eso tiene sus riesgos políticos pero cada día se hace más inevitable.
Agosto no está lejos. Está a la vuelta de la esquina.
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Marzo 7, 2020.
230 Parió la abuela
Era lo que faltaba para tener una medida precisa sobre cómo se encuentra el mundo, y en particular nuestro país, para enfrentar crisis inesperadas.
Una conclusión temprana dice: no estamos preparados.
Da la sensación que los gobiernos se preocupan primero por su propia suerte política y cuando las papas realmente queman, toman medidas y asumen riesgos.
Hay algunas excepciones que merecerán ser estudiadas y analizadas como ejemplos a seguir, pero esperaremos que concluya esta circunstancia.
Cuando Clinton dijo: “Es la economía.. (boludo)”, lanzó una frase conceptualmente letal para definir la realidad humana. El problema principal es y será la economía.
Entonces debiéramos preguntarnos por qué a la economía le suceden estas cosas? ¿Producto de la globalización? ¿Falla fatal del capitalismo?
Como consecuencia de la Guerra Civil, España contrajo, en aquellos tiempos, una deuda externa enorme. Sin embargo el drama de esa guerra no fue económico, fue humano. Así se lo recuerda.
Algo similar sucedió en las dos Guerras Mundiales, se destruyeron economías, pero el balance importante fue el de vidas perdidas.
Ahora, piensan y dicen los economistas que la crisis del sistema comercial mundial producirá más muertes y desolación que el virus.
Posiblemente tengan razón.
Si se tratara de un teorema diríamos: lo cual demuestra que el sistema socio económico del mundo es desacertado. Es primitivo. No tiene que ver con esa humanidad que se dice buscar. Habla mal de la ciencia y de la tecnología, cada vez más atrapada por intereses empresariales. Demuestra que la educación no funciona. Y que la responsabilidad y solidaridad social no existe.
Y lo peor: la famosa inteligencia humana, no es tal como se la cree.
Seguimos siendo primitivos.
Deja de funcionar el sistema y en dos semanas estaremos en la caverna, adorando dioses inexistentes.
Mientras tanto, la economía reina en los espíritus.
Vaya un ejemplo: anteayer atracó en Ushuaia un crucero con miles de pasajeros. 1700 de ellos provenían de países foco. Los pasajeros pudieron bajar a hacer compras en la ciudad sin ninguna restricción ni control. Su permanencia fue de siete u ocho horas… Las autoridades políticas de la provincia tierra fueguina dicen que son varios los barcos similares que arriban cada semana. Que no pueden impedir que los turistas bajen y compren, porque eso es lo que mantiene la economía de la ciudad….¿Es posible tanta insensatez?
Ese tipo de irresponsabilidades cometió Italia, y está pagando el precio.
Con algunas vacilaciones y demoras se han comenzado a suspender las reuniones masivas. Hablamos de festivales, eventos deportivos, encuentros, etc. En la Capital los partidos de futbol se realizarán sin público, puertas cerradas, solo televisión. Esta decisión comenzó a trasladarse a todo el país. Aplausos.
Las clases en las escuelas no se han suspendido. Posiblemente sea correcto hasta tanto se produzcan situaciones que obliguen a hacerlo. Pero es necesario realizar controles muy exhaustivos. Se sabe de colegios donde docentes llegados del exterior dieron clases durante dos o tres días y luego se le produjeron síntomas de tener el virus. Inadmisible.
Hay una causal social que se opone al cierre de escuelas: muchos niños tienen allí, diariamente, la única comida caliente y sustanciosa del día…Carajo, que mal estamos!!
Se aplican restricciones a viajeros, nacionales o extranjeros, provenientes de países declarados de riesgo. ¿Qué se hace con un viajero que viene, por ejemplo, de Brasil, pero que una semana antes estuvo en España? Y si un viajero, en Aeroparque proviene de Salta, se lo controla? ¿Se le pregunta si por casualidad anduvo en días cercanos por Europa?
Estamos frente a un colosal desafío logístico. Hay que estudiarlo pronto y a fondo. Y tomar decisiones. ¿O ya estamos llegando tarde?
Otro problema: la demora de los estudios para determinar la presencia del virus en pacientes que presentan síntomas. ¿Realmente el único laboratorio disponible es el Malbrán? ¿Qué pasa con los múltiples centros que disponen el Conicet y las Universidades? Tienen equipamiento. ¿No están capacitados? No puedo creerlo.
Lo que realmente creo, es que estamos haciendo la siesta, mientras un oso enorme y enfurecido viene hacia nosotros.
¿Soy pesimista? No lo sé, pero sí sé que estoy preocupado.
No me sale el chin-chin.
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Marzo 14, 2020
231 Una cuestión de deterioro
La vida de las personas suelen terminar por causa de accidentes o violencias, o por deterioro de sus sistemas orgánicos.
A los planetas les sucede lo mismo.
Las fallas de nuestro organismo se van acumulando, con los años, sentimos el desgaste.
El temor o la precaución, y sobre todo, el deseo de vivir, de seguir viviendo, logra que nos cuidemos, que tratemos de corregir aquellas fallas con la medicina.
Generalmente los tratamientos dan buen resultado y nuestra vida se prolonga.
En los últimos tiempos, se prolonga hasta edades impensadas hace sólo algunas décadas.
Pero no aprendimos a cuidar el planeta.
Lo dejamos a la deriva. Lo condenamos a una muerte segura. Y acelerada.
¡Qué estupidez la humana!
Creer en la prolongación de la vida individual en la superficie de un planeta degradado.
Un planeta contaminado. Escaso de aire puro y de agua limpia.
Una civilización apoyada en el consumo desmedido de energía, sin tener resuelta su continuidad a corto o, a lo sumo, mediano plazo.
Algo tenía que suceder. Y está sucediendo.
Tiene la forma de un aviso.
Los dioses nos dan la oportunidad de corregir.
El famoso meteoro hubiera sido probablemente diferente. Hubiéramos quedado, quizá, congelados, petrificados, como aquel mamut de la Siberia que quedó instantáneamente sumergido, intacto, en el hielo eterno, para darnos un mensaje que no supimos descifrar en todo su contenido.
O la desaparición nunca bien explicada de los dinosaurios y otros animales del pasado.
No, a esos animales los recordamos con agradecimiento por habernos dejado petróleo disponible.
Y a los grandes bosques, también desaparecidos, les agradecemos su aporte letal de carbón.
Tampoco pensamos mucho en las causas que se llevaron a civilizaciones como la de Nazca que, en su idioma, seguramente trataron de advertirnos con figuras que solo se ven desde arriba, donde, dicen, habitan los ángeles.
Hace apenas cinco años, uno de los hombres poderosos de los nuevos tiempos, Bill Gates, distrajo un tiempo de su actividad para decirnos, anunciarnos, la probabilidad de que el mundo sería seriamente afectado por una pandemia como la que estamos viviendo. ¿Un visionario? Posiblemente Gates sea solo un racional muy inteligente. Un hombre de cálculos claros y sinceros. Seguramente miró la realidad y presintió que podría suceder esto, basado en la observación y conclusiones de eventos similares, de envergadura preocupante, sucedidos algunos años atrás.
Similares y sucedidos apenas algunos años atrás. Y el resto de la raza no lo pensó.
La ciencia veía las mutaciones de los virus y fabricaba vacunas cambiantes para perseguirlos. Obviamente perseguirlos. Ciencia descriptiva, no ciencia preventiva.
Por algo mucha gente comenzó a dudar de las vacunas.
Posiblemente porque – tal vez erróneamente – sintió que la renovación de las vacunas se parecía al negocio de la renovación obligada de las tecnologías informáticas y comunicacionales, o la fabricación de virus digitales para vender los correspondientes antivirus. Esas similitudes dinamitaron la confianza social en la medicina.
Y debilitaron la credibilidad en una ciencia muy lanzada hacia el futuro, con desafíos increíbles, mientras el presente se desgrana en contradicciones mal resueltas.
No son los científicos, son las políticas, dicen algunos.
Replico: ¿Y qué sucede? ¿Se acabaron los rebeldes? ¿Somos ya autómatas?
Algo parecido: todos somos producto del statu quo, de una medida irracional del bienestar, como es, en los tiempos actuales, la capacidad de consumo.
El azar escandaloso de la evolución tuvo que crear coronavirus para advertirnos de la cercanía del precipicio.
No sirvió el agujero en la capa de ozono; tampoco la contaminación de los suelos y aguas; la desaparición forzada de miles de especies; no alcanzó el cambio climático y sus catástrofes, para frenar el desenfreno del consumo, con el consiguiente gasto desmedido de la energía y de los recursos naturales.
Pero sin hacernos pensar en la estupidez de la acumulación de riqueza, en una vida finita.
Aquí estamos ahora, frente a una invasión que nos ataca desde adentro, y que no sabemos resolver.
Posiblemente se trate de otro aviso, y van…
Quizá esta vez lo escuchemos.
Y posiblemente también, la ciencia tenga la oportunidad de reivindicar su presencia.
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Marzo 21 (comienzo del Otoño), 2020.
232 Las teorías religiosas
En los tiempos antiguos había varios tipos de dioses, adaptado su uso a circunstancias precisas.
En general podían clasificarse en dioses buenos, que te ayudaban y te daban sanos consejos. Y dioses duros, que no dudaban en aplicarte castigos – generalmente justos – suficientemente severos como para que no repitieras la falta.
Era un modelo de creencias más racional, y posiblemente mucho más útil para guiar a una raza inconsciente que nunca termina de aprender la historia.
Si uno mira el mapa de expansión del coronavirus, observa puntos de acumulación en los sitios más contaminantes del planeta.
Comenzó en China, donde todavía utilizan el carbón mineral – el combustible fósil más contaminante de esa familia – para producir gran parte de la energía que consumen en cantidades tremendas.
Replicó con fiereza en la Europa industrial, con pico en el norte de Italia, reconocido como su polo productivo destacado. Mientras que en el sur, menos motivado por el progreso, se lo ve relativamente algo más liberado del castigo.
También hay acumulación de casos en la España innovadora y competitiva, modelo que adoptó después de soportar la siesta regresiva impuesta por el franquismo.
También en Alemania, donde el humo de sus fábricas se observa desde lejos.
Y en Inglaterra, que todavía desorientados por el brexit no saben muy bien qué modelo imitar.
Cruzando el océano, el dios malo se ensaña con los EE.UU., que no han querido firmar el COP 21 y pone a su presidente en una encrucijada fatal: o se vuelve creyente del ambientalismo y le pide disculpas a Greta o posiblemente pierda las próximas elecciones. Encrucijada difícil para un personaje irreverente y desafiante, que ha decidido priorizar la economía sobre la vida.
Ahora recurre permanentemente a sus científicos para que con una ampolla mágica logre el milagro de sacarlo de esa encrucijada. Y les exige, por supuesto, que no se dejen ganar esa carrera por los chinos o los europeos, salvo los ingleses, ancestrales amigos.
Hacia el sur, se ven concentraciones de casos en Brasil. Allí Bolsonaro se niega a las cuarentenas, como antes se negó a reconocer que la amazonia es patrimonio de la humanidad, y propuso – irresponsablemente – deforestarlo para convertirlo en polo agropecuario. Tremendo pecado. Hasta los consejeros evangelistas deben estar advirtiéndolo de estas desviaciones.
Ahora optó por la producción en desmedro de la vida. Cosa e´ loco.
Países muy productivos, pero que se han comprometido mucho con las energías limpias y las tecnologías menos contaminantes se han visto favorecidos por los coronas, que decidieron invasiones parciales.
Dicen los que saben, que cuando Alberto, días pasados, antes de irse de la Casa Rosada pasó por la capilla a rezarle a Brochero, éste le susurró: ten cuidado Alberto, esto puede ser un castigo para los que apuestan al progreso y no escuchan a la Pachamama.
Dicen que Alberto se fue taciturno y pensó: vamos a parar todo lo que eche humo, por las dudas. Si es necesario, prohibiremos hasta los cigarros, incluido el que seguramente me traerá Cristina de Cuba.
Hasta que la ciencia encuentre el tratamiento y/o la vacuna, hay que encomendarse a los dioses.
Cada cual al suyo. Y el que no lo tiene puede apelar a uno temporario.
En lo que a mí respecta, me gustan más las diosas, dice mi amigo.
Están incluidas, dioses es un término inclusivo, aunque el singular suene masculino.
No preocuparnos, dicen los que saben, que los dioses son asexuados.
Sin embargo, insistió mi amigo, entre Venus y Marte, me quedo con Venus.
A mí me gustan las Nereidas, le dije.
¿Quiénes son ellas? – preguntó mi amigo.
Hace un tiempo publiqué una nota, la buscaré y la reeditaré. Mantiene la línea de la alternancia.
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Marzo 28, 2020.
233 Mascarillas y barbijos
Poco a poco tendremos que flexibilizar el aislamiento, porque lo exigirá la propia vida.
La lógica de una gradualidad inteligente será fundamental para que, luego del esfuerzo realizado, no lo tiremos por la borda y nos entreguemos a contagios exagerados, que colapsen por completo la capacidad hospitalaria.
Este aislamiento limitado en el tiempo llamado “cuarentena” ha sido una medida acertada y excepcional del gobierno. Sin ninguna duda. Y si pudiéramos extender su duración interminablemente sería seguramente la mejor opción para reducir al mínimo los riesgos sociales.
Pero no podemos. Por muchas razones: la primera es el abastecimiento requerido para el funcionamiento del sistema social, incluido el sanitario. Hay otra razón de estricta justicia: los sectores económicamente deprimidos de la población no tienen realidades, reservas ni medios para sostener el aislamiento. Hace años que viven el día a día con trabajos ocasionales y rebusques, hoy paralizados. Están atrapados en una trampa mortal: el virus o el hambre. Y no son pocos, son millones. Es imposible resolver su situación sin activar fuentes de producción y trabajo.
Otra razón son las empresas que no deben morir. De ellas dependen también millones de personas que trabajan y perciben sus ingresos. Posiblemente el sistema soporte un par de meses de parálisis económica, pero no mucho más.
En síntesis, todos sabemos que tendremos que regresar paulatinamente a las calles y sitios de trabajo, y que tendremos que convivir con la presencia y amenaza del virus.
Un verdadero milagro sería que surja un medicamento efectivo para eliminarlo, esa es una esperanza que está en manos de los científicos que trabajan día y noche para tratar de lograrlo. Su éxito nos devolvería la tranquilidad y la alegría.
Mientras tanto tendremos que aprender a protegernos a medida que nuestras realidades personales nos obliguen a salir a la calle e interactuar con nuestros semejantes sin saber, ellos y nosotros, si tenemos el virus. Porque aparentemente hay una gran cantidad de portadores llamados asintomáticos, es decir, tienen el virus pero no se enferman. Pero pueden contagiar.
Supongo que el abandono del aislamiento será gradual y respetando las necesidades imperantes, evitando la presencia masiva de personas; recurriendo a sistemas de selección, por actividades. Posiblemente operando con menos personal, realizando rotaciones según números pares o impares de sus documentos; etc.
Pero tendremos que salir.
Más allá de la discusión de la validez de usar o no barbijos; si deben usarlo todos o solamente los infectados para no contagiar con su saliva a otros, cuando tosen o estornudan, la gente se siente más segura portando alguna protección. Impactan psicológicamente las fotos de chinos, taiwaneses, europeos, cubiertos sus rostros por barbijos. Incluso se lo está utilizando y promoviendo en países como Brasil y EE.UU, que han asumido políticas en contra del aislamiento social.
El barbijo (protector de tela) debe ser de buena calidad. No comprar cualquier cosa. En caso que no existan buenos en el comercio, se los puede fabricar en la casa. La tela que se utiliza es la fridelina, pero se pueden utilizar otras similares. Deben fabricarse con pliegues o doble capa que lo hagan seguro para retener supuestas humedades, propias o externas. Generalmente se aconseja no reutilizarlos, pero si no se dispone recambio se lo puede “lavar” con agua y alcohol o lavandina, en las proporciones ya repetidas, y/o ponerlo al sol directo por varias horas. Y que, por supuesto, lo reutilice la misma persona.
El otro protector que está ganando espacio es la mascarilla plástica. Se trata simplemente de una lámina transparente sujeta con cintas a la frente, que cubra todo el rostro hasta debajo de la barbilla. Como las que usan soldadores, pintores, o esmeriladores, afiladores, etc..
Son muy fáciles de fabricar en la casa. La lámina puede ser una radiografía limpia; un acetato o filmina de las que se usaban antes, o simplemente cortando una botella de pet de 2.5 litros cuya curvatura y tamaño se adapta al formato requerido. Se le colocan cintas de sujeción mediante una abrochadora, y listo. Las mascarillas tienen la ventaja de ser lavables con agua y lavandina, y, obviamente, reutilizables siempre.
Seguramente aparecerán en farmacias, negocios y vendedores callejeros. Son más confiables porque admiten su lavado y desinfección.
Si se debe asistir a lugares de riesgo, conviene utilizar debajo de la mascarilla un barbijo simple.
También sería aconsejable utilizar una cofia que proteja el cabello, como esas que utilizan las chicas en la peluquería. También son lavables.
Parece que así transcurrirá la vida por meses, y no sabemos cuántos. Debemos aprender a protegernos y proteger a los demás. Cualquiera de nosotros puede contagiarse y contagiar, el tema es reducir al máximo esas posibilidades. Y no apresurar irresponsablemente el abandono del aislamiento de no ser imprescindible.
Nos deseamos suerte, todos.
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Abril 4, 2020.