Desde el comienzo de la pandemia venimos escuchando esa discusión. Un falso contrapunto entre la salud y la economÃa.
Los medios periodÃsticos se encargaron de fomentar esa polémica.
Hasta comienzos del verano venÃa ganando la salud.
Los gobiernos pusieron restricciones fuertes a la circulación y a las reuniones.
Se establecieron los famosos protocolos.
Las industrias turÃsticas y las del espectáculo se quejaban de su suerte.
En nombre de preservar la salud social se derrotaba a la economÃa regional.
Enero resultó un mes impreciso, los ingresos de turistas se aproximaba al cincuenta por ciento, en los lugares más concurridos.
Los hoteleros y comerciantes se persignaban derrotados frente al panorama de un invierno incierto. Algunos cerraron definitivamente sus puertas.
Si algo faltaba para anunciar desastres, el pronóstico climático no sonaba favorable. Un imprevisto otoño lluvioso se anunció para todo el mes de febrero.
Pero la realidad suele ser sorpresiva.
El primer dÃa de carnaval se llenaron las serranÃas de turistas. Tres millones de argentinos decidieron salir de sus encierros.
Se atascaron las carreteras. Hubo que cerrar balnearios para tratar que se cumplan los protocolos. Hoteles, restaurantes, bares y negocios se vieron repletos. Las calles céntricas de los pueblos se vieron colmadas y olvidadas del distanciamiento mÃnimo.
Como dijimos al comienzo, esta vez ganó la economÃa.
Aparecieron los ingresos, festejaron los comercios, que apuestan ahora que la tendencia se mantenga hasta Semana Santa.
En medio de este enfrentamiento valiente con el covid, aún sin vacunas colectivas, se dará comienzo a las clases presenciales.
Millones de chicos alternarán su presencia en las aulas tratando de mantener barbijos en su cara y distancia entre sus cuerpos.
Hay protocolos, pero no sabemos hasta dónde y cuándo se respetarán. Comenzar las clases es un desafÃo que propone la vida, que sabe que no hay muchas salidas.
Se inicia la etapa de la convivencia con el virus. Hay que afrontarla, sabiendo ahora que el encierro también es un peligro.
Y para los males del encierro no hay vacuna.
Desde los próximos dÃas, los chicos a la escuela y los padres a trabajar.
Solo hace falta ahora que los dioses responsables del milagro, nos protejan también de los contagios, y que si nos ataca el bicho, el efecto sea leve.