308. Un cambio necesario

Nuestro Espacio Cultural ha decidido un cambio: alejarse un poco de la Realidad, en particular de las cuestiones políticas, y deslizarse hacia espacios más humanos. En lo social nos interesa la gente; en lo natural nos preocupa el medio ambiente y la biodiversidad, en lo científico nos gusta recorrer el universo, desde lo micro hasta lo macro; en lo tecnológico nos preocupa la energía y sus consecuencias. 

En lo estrictamente literario estamos en viaje hacia la Fantasía.

Por esos espacios andaremos ahora espiando desde el mangrullo.

Tratando de ver las cosas que generalmente no se muestran.

El difícil tema de recuperar y proteger el medio ambiente es el desafío de mayor envergadura que debe enfrentar la humanidad.

No es una exageración decir que el planeta está en peligro.

Ni son casualidades los desastres que suceden. 

Algunos pueden ser fenómenos cósmicos. Inestabilidades en el Sol o pequeños accidentes que pueden suceder en el Universo. Como la aparición de un meteoro grande que amenace impactarnos. Pero esas cuestiones son poco frecuentes.

En cambio, el calentamiento de la superficie terrestre es producto del efecto invernadero. 

Junto con la contaminación generalizada de los suelos, las aguas y el aire, son derivaciones del acontecer humano. De la necesidad de producir y consumir más de lo lógico o necesario.

Se ha roto por completo el círculo virtuoso que aparentemente caracterizaba en sus comienzos a la producción, el cual se iniciaba con la extracción de materias primas y cerraba el ciclo devolviendo los elementos producto en formatos recuperables por la propia naturaleza. 

En los procesos energéticos se generaba dióxido de carbono en cantidad apta para alimentar bosques y selvas en las cuales por medio de la fotosíntesis los vegetales se alimentaban del carbono y devolvían oxígeno, indispensable para todas las formas de vida.

En el siglo XVIII se inició la Era Industrial que generó grandes desequilibrios en todos los frentes: en lo energético, se apeló al uso del petróleo, lo cual produjo entre otros, dos grandes efectos negativos: la combustión, para generar calor y energía mecánica y eléctrica, que multiplicó la producción de gases de efecto invernadero, principal responsable del cambio climático, que amenaza elevar la temperatura del planeta a valores incompatibles con la vida.

Simultáneamente aumentamos la generación de dióxido y disminuimos los bosques y selvas con la deforestación. Una tendencia suicida.

A la vez, con el petróleo se lograron producir los plásticos, en sus diversas variantes, que no son recuperables por la naturaleza y están contaminando los suelos, los ríos, los lagos, los mares, y hasta los océanos, poniendo en inminente peligro la vida submarina.

Esto es lo más elocuente, pero la era industrial ha producido una gran diversidad de materiales y substancias no compatibles con los procesos de recuperación que dispone la naturaleza y se van convirtiendo en enormes basurales contaminantes.

Ya no sabemos qué hacer con ellos.

Desde hace aproximadamente 50 años, la Organización de las Naciones Unidas tomó a su cargo los temas acuciantes, tales como el cambio climático y la contaminación, tratando de generar conciencia para consensuar políticas que pongan freno al calentamiento global.

En una de las Asambleas más importantes dedicadas al tema, celebrada en París en el año 2015 se logró una base de acuerdo entre 195 países que comprometieron acciones concretas, explícitas en el acuerdo, para reducir la producción de gases de efecto invernadero. En base a esos acuerdos iniciales se fijaron metas a alcanzar en el 2030 y en el 2040 para lograr limitar el aumento de temperatura de la superficie de la tierra en no más de 2°C para el año 2050, con preferencia a que ese aumento no supere 1,5°C.

Los países más ricos (y al vez los mayores contaminantes) se comprometieron a crear un fondo de 100.000 millones de dólares para financiar los cambios necesarios en los sistemas sociales y productivos de los países demorados o emergentes.

Por razones políticas y económicas los EE.UU., durante el gobierno de Trump, decidieron retirarse del acuerdo, poniéndolo al borde del fracaso.

En el último año, el gobierno de Biden sumó nuevamente a los EE.UU. al acuerdo y se espera que en la próxima Asamblea de la ONU a realizarse el Glasgow, Escocia,  a comienzo de noviembre de este año, puedan recuperarse y superarse los objetivos logrados en Paris 2015, sintetizados en el informe que se llamó COP21.

Una gran esperanza en este acuerdo se ha fortalecido por recientes decisiones de China y de EE.UU. los principales países contaminantes del planeta. (https://www.lanacion.com.ar/el-mundo/el-importante-anuncio-del-presidente-de-china-en-la-onu-con-posibles-implicaciones-para-el-destino-nid22092021/).

Grandes esperanzas de la humanidad están puestas en Glasgow, en los acuerdos que se logren alcanzar en este COP26 a realizarse.

El acuerdo persigue resolver tan solo el problema del cambio climático, que es crucial. 

Las otras cuestiones, como el desastre de la contaminación generalizada, se encuentra a la deriva, esperando de nosotros la conciencia y la fuerza para luchar y resolverlas.

Posiblemente, si el COP26 tiene éxito, podrá servir de ejemplo para iniciar una gran cruzada mundial para detener la contaminación, fijando reglas claras sobre el uso de los materiales, para poder limitar, controlar y tratar  los residuos.

Espacio Cultural El Sitio

Septiembre 25, 2021.

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