304. Pasaremos Agosto

Y septiembre también “pasaremos”, una forma de verbalizar a las PASO.

En este país vivimos en elecciones – dice mi amigo.

Y no se equivoca, salimos de una y enseguida nos metemos en otra. Una forma de mantenernos entretenidos mientras nada se resuelve solo, como pretendemos.

Hubo un tiempo que los argentinos éramos hacedores, cuentan los abuelos, construíamos cosas para que duraran. Se parecían a los grandes árboles, esos que todavía conservan algunas plazas en ciudades y pueblos.

Una digresión fuera de esta parábola: yo recuerdo ese inmenso ombú, ubicado en el Paseo San Martín, frente a la Cancillería, en Buenos Aires. Su copa cubre no menos de cincuenta metros alrededor del tronco. La última vez que lo vi (posiblemente hace diez años) le habían colocado soportes en algunas ramas para ayudarlo a sostener su peso. Fin de la digresión.

El tema de los árboles surgió para hacer referencia  a las cosas que duran, las que son capaces de soportar el tiempo. No hay muchas ahora. Atravesamos épocas de cosas poco perdurables. Algunos llaman a esto innovación. Dicen que en China o en Japón un celular dura algo así como dos o tres meses. Un auto se usa a los sumo un par de años. Un avión, quizá una década. Hay inmensos cementerios de máquinas y aparatos abandonados, nadie sabe muy bien qué hacer con ellos.

Paralelamente pasan cosas en contrario. Hay coleccionistas que les gusta lucir automóviles viejos. Que fueron fabricados hace cien años o más y todavía funcionan. Salen en caravanas a recorrer las calles. La gente los aplaude.

Hay países y lugares donde todavía vuelan los viejos DC3. Fueron aviones diseñados en tiempos de la Segunda Guerra, nariz levantada, dos ruedas grandes adelantes, una ruedita chica atrás, dos potentes motores a hélice.  

Fueron recuperados y reconvertidos para fines diferentes. Un amigo me decía que en algunos lugares los ofrecen en alquiler, transformados en aviones hidrantes para combatir incendios forestales.

Yo recuerdo uno que volaba en Venezuela para ver desde el aire el Salto El Ángel, la cascada más alta del mundo (supera los mil metros), que cae desde un tepuy en la Gran Sabana. A ese DC3 le habían hecho ventanas cuadradas, grandes, que permitían mirar el paisaje. 

Me dicen que hay zonas alejadas donde todavía vuelan los DC3 llevando pasajeros.

Recuerdo también cuando yo era niño (década de los cincuenta) que dos o tres veces por semana llegaban al aeródromo de La Cumbre (Córdoba) los DC3 de Aerolíneas Argentinas que venían desde Buenos Aires trayendo pasajeros. Han pasado setenta años, la tecnología y el mundo avanzó, sin embargo desde aquel entonces no llegan aviones a La Cumbre, podemos preguntarnos: ¿Hemos avanzado?  Me sale una respuesta rápida: la tecnología avanzó aquí sin pensar demasiado en la gente. 

Y siguiendo con los aviones, en los setenta, un par de aviones turbohélices Guaraní, que se fabricaban entonces en la actual Fadea (precursores de los Pucará), integraban una empresa provincial que unía, atravesando las Altas Cumbres, la ciudad de Córdoba con Villa Dolores. Esos aviones eran criticados porque no tenían la cabina presurizada. Ahora no tenemos ninguno.

Esos aviones Guaraní volaban también, en los mismos tiempos, entre Córdoba y el Chaco, un par de veces por semana, tardaban algo así como dos o tres horas.  Tampoco existen ya esos vuelos. Ni otros que lo remplacen. Si quieres ir en avión, desde Córdoba al Chaco, debes ir por Aeroparque (Buenos Aires), y posiblemente demores quince o veinte horas.  ¿Hemos avanzado?

Hablando de viajes. Han anunciado que desde diciembre podremos ir en tren a Buenos Aires. Posiblemente el viaje tarde más de doce horas. En los setenta viajábamos en coches pulman, confortables y limpios, el viaje se hacía en nueve horas. ¿Hemos avanzado?

Ahora me pregunto: ¿Qué tiene que ver todo esto, árboles casi eternos,  aviones, trenes, con las PASO?

Que la sola palabra elecciones tendría que incluir la esperanza de la recuperación de todo lo que venimos perdiendo. Que no son solo árboles, trenes o aviones. Podríamos incluir cohetes de varias etapas (los lanzábamos en Chamical), reactores nucleares; antes, rastrojeros, motos, tractores. Podríamos incluir educación de excelencia, Algunos premios Nobel; literatos reconocidos; y un montón de cosas más que nos identificaban como un país sobresaliente de América.  No solo fabricábamos casi todo, habíamos alcanzado muy buena calidad, reconocida. No sé si éramos competitivos en términos globalizados, pero la gente común podía comprar las cosas, sin demasiados traumas.

Tuve que sintetizar por motivos de espacio, quedaron infinidad de cosas sin mencionar.

Insisto entonces. Las elecciones debieran incluir explícitamente el compromiso con la recuperación, mediante proyectos que nos permitieran sentirnos realmente ciudadanos. Tendríamos que ir a votar a quienes se comprometan a devolvernos las ganas de vivir y de soñar.

Si no sucede eso, no sirven para nada las elecciones, y ponemos en jaque a la democracia.

Esa es la cosa.

Espacio Cultural El Sitio

Agosto 28, 2021.

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