298. El retroceso

Estamos mirando desde nuestro mangrullo la semana que acaba de terminar. 

Muchas cosas obligan a reflexionar.

Violencia desatada en Sudáfrica. Cerca de cien muertos productos de avalanchas sucedidas a causa de la represión, después de los saqueos de comercios. No sucedían hechos de esta magnitud desde el Apartheid.

Nicaragua ya no es aquella en la cual Ortega derrotaba a la tiranía de Somoza. Desde aquellos tiempos han pasado cincuenta años. Ahora el “tirano” viene siendo él, reprimiendo al pueblo que lo llevó al poder,  que ahora reclama más democracia.

No tuvo Ortega una trayectoria recta, como para respetarlo. Sería muy bueno escuchar y respetar la decisión del pueblo, en elecciones libres.

¿Qué sucede en Cuba?  Nos preguntamos. Hay cierta rebelión, ¿la causa?  El pensamiento lineal de la izquierda responde lo de siempre: el imperialismo y el bloqueo.  La realidad muestra otras cuestiones: se ha agravado la situación social debido a la pandemia. Escasea la comida y los medicamentos. El sistema de salud se ve superado por el crecimiento de los casos. El pueblo mira en las pantallas otras realidades. Cambia, todo cambia.

Hace aproximadamente  treinta años yo estuve en Cuba varias veces, no por turismo, estuve trabajando, asesorando a empresas del Estado, (sin cobrarles). Visite, asesoré y di cursos, a las cinco empresas dedicadas al aluminio que tenían en la isla. Fui llevado por un amigo cubano circunstancial que conocí en Caracas, que era el asesor del ministro de la producción, militante desde los primeros tiempos de la Revolución, Juan P Vásquez, se llama. Fue siempre un cuadro y funcionario importante. Tenía 19 años cuando la Revolución, era estudiante de segundo año de ciencias económicas y tuvo que hacerse cargo de la industria del níquel. Ocupó muchas funciones. Pasó varios años en la Unión Soviética. Recorrió el mundo representando a Cuba.

Con él, en esos años, hablamos de todo, de los éxitos y de los fracasos. También Juan P pensaba que se venían nuevos tiempos. Y cambios.

Hablamos mucho sobre todos los temas preocupantes que ya existían en la isla. Estaba comenzando entonces el turismo. Entraban dólares. Se originaba corrupción. Algunos jóvenes traficaban cosas para los turistas en la plaza de La Habana. Chicas jóvenes, casi niñas, eran arrastradas a la prostitución para satisfacer a turistas europeos. La gente humilde sufría penurias, pero todavía defendía su revolución, pese al racionamiento, a la falta de acceso a todo lo que se destinaba a los turistas. Una injusticia necesaria y obligante, me explicaban los amigos, Cuba necesita las divisas del turismo. 

Esta situación algún día va a explotar, pensaba yo en aquel entonces. Hace treinta años. Creo que eso es lo que está sucediendo ahora: cansancio de la gente. 

Venezuela es mi segundo país. Viví allí catorce años. Posiblemente los más importantes de mi vida profesional. Viví en aquella democracia renga preexistente antes de Chávez. Venezuela era sin duda el país más rico de Latinoamérica. Petróleo. Acero. Aluminio. Oro. Diamantes. Agua. Energía hidroeléctrica al por mayor y gas que había que quemar al aire a la salida de los pozos, para no contaminar la atmósfera. El gas natural no tenía precio para las empresas que quisieran utilizarlo o comercializarlo. Los ingresos petroleros eran enormes, tanto, que permitían comprar todo lo demás. Eso hizo muy lento el desarrollo propio. La democracia de las clases alta y media de aquella realidad dejaba afuera al 60% de la población restante, no en la pobreza extrema, pero si en una vida de segundo o tercer orden.

Chávez llegó a corregir esa cuestión. A darle un lugar a ese 60% relegado. Era justo. 

Pero el verdadero desafío era superar las limitaciones que imponen esas economías basadas en la venta de productos básicos. Que un día se acaban. O pierden su precio. 

Ese cambio fundamental lo intentó, pero no lo logró el chavismo. Se sumó una inesperada sequía que redujo la principal fuente de energía. Se desbarrancó el sistema económico, otrora muy poderoso, ahora, en pocos años, reducido a lo mínimo.

Inglaterra. Hacía años que no sucedía, parecía superado el tema. Pero volvió. Los barras bravas ingleses (los famosos hooligans) golpeando con furiosa violencia a los simpatizantes italianos que salían del estadio después de haber ganado la Copa Europa. Una vergüenza en pleno Londres, esa capital tan admirada por los jóvenes de todas las latitudes. ¿Será producto del brexit o del alcohol?  Pero no quedan dudas que es un retroceso.

España e Italia, nuestros dos países europeos más cercanos, van y vienen de los efectos de la pandemia. Un día abren todas las puertas, a la semana siguiente deben cerrarlas. La desorientación social frente a una realidad inesperada.

No estamos viviendo momentos tranquilos. Ni con las dos dosis aplicadas podemos estar tranquilos. Tan es así que el certificado de vacunación no alcanza para poder transitar por el país, seguimos en una cuasi cuarentena. 

Seguimos esperando, posiblemente, a la espera de un milagro.

Espacio Cultural El Sitio

Julio 17, 2021.

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