286. El pasado que vuelve

Una cosa es el llamado AMBA y otra el resto del país.

No se parecen ni en las buenas ni en las malas. 

El espacio geográfico del AMBA reúne a la mitad del electorado, que es la que define la política propia y la del resto. Concepto difícil de entender en un país con supuesta estructura federal.

¿Cuál es y será, en el futuro próximo, el poder de decisión de las Provincias en sus territorios?

El AMBA no solo maneja con los votos, también lo hizo y lo hace con la gran billetera nacional. La que se carga con la renta nacional, que es generada por todos, pero manejada por el poder central.

Es lamentable, pero es la realidad. Si no la cambiamos, “los de adentro” seremos cada día más “monte y culebra”. Es decir, más pobres.

Por una fortuna casual el AMBA se divide en dos: la Provincia y la Capital. 

Y es una fortuna circunstancial que esas dos instancias no estén gobernadas por el mismo poder. Si eso sucediera, la estructura económica y social del resto del país, sería seguramente feudal.

La gran extensión de la Provincia de Buenos Aires alberga dos situaciones distanciadas: la pobreza de vastos sectores del llamado conurbano, y la riqueza atrincherada en countries, localidades y ciudades interiores, y por supuesto, la Capital, que solo mantiene bolsones de pobreza que le ayudan a resolver los servicios que requiere la gran ciudad. 

La primera perteneció en los comienzos de la historia al pensamiento Federal, la segunda, siempre estuvo aferrada a lo Unitario. 

Esta es una situación vieja, olvidada, que la pandemia la trajo a la nueva agenda. 

Una complicación más a resolver en medio de una crisis que tiene el defecto o la virtud de remover todo lo quieto. De obligarnos a pensar cosas postergadas.

Otra cosa nueva que viene a poner precisiones:  se comenzó a hablar nuevamente de la “canasta básica alimentaria” integrada por los productos básicos, los que realmente consumimos, en lugar del impreciso parámetro “costo de vida”, integrado también por cosas desaparecidas.

El monto de la canasta familiar es el que hay que contraponer al monto de los menguados ingresos de los sectores postergados, que son cada vez más amplios, más numerosos.

La distribución de la renta nacional toma como referencia un parámetro discutido, el llamado PBI (producto bruto interno)  que representa la suma de todo lo que se produce, se consume y se exporta. Un índice que no diferencia con justicia lo que “se produce” con lo que se “comercializa”. Tampoco separa bien el consumo material y el consumo de servicios.  Estas cuestiones hacen que la generación del PBI sea confusa cuando lo medimos en el AMBA y en el resto del país.

En general, el interior “produce” lo básico y lo industrial; la Capital y sectores cercanos los comercializa y distribuye los servicios. 

Sigue siendo absurdo que gran parte del consumo interno se produce en el interior y se compra y se administra en la Capital.

Y mucho peor lo que sucede con las importaciones y exportaciones, todas deben pasar por la Aduana Nacional, que es la que recauda los ingresos, de ida y de vuelta. Otro viejo tema, nunca bien resuelto, desde aquellos viejos tiempos.

Así como se ha puesto claridad utilizando el concepto de “canasta básica alimentaria” que define con mayor precisión a la verdadera pobreza, debemos estudiar la composición del PBI, porque no es lo mismo el esfuerzo social en la producción primaria o industrial, que la comercialización concentrada y ejecutada en oficinas metropolitanas.

Es un buen dato que todas las empresas deban tener oficinas en la Capital.

¿Por qué existe esa necesidad?

Es el desague, opinan algunos.

Debemos analizar cuál es la verdadera composición del famoso PBI, y analizar a fondo el concepto de la coparticipación (la discutida ecuación con la que se distribuye la renta nacional), y sobre todo, plantear con firmeza quiénes deben recaudarla.

También sería bueno que la billetera se convierta en una alcancía.

Está claro, ¿Verdad?

Espacio Cultural El Sitio

Abril 24, 2021.

 

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