272. Un año complicado

Por dónde se lo mire, se ha iniciado un año complicado, en el cual la incertidumbre domina al futuro inmediato.
El resurgimiento invernal de la pandemia en Europa y en gran parte del hemisferio norte y el rebrote prematuro que se insinúa por estas latitudes, en pleno verano, está instalando un “toque de queda” mental en muchos de nosotros. Otros, en cambio, lo ignoran, dispuestos al contagio, como si el lema fuera “queremos ser rebaño de una vez por todas”.
Los médicos infectólogos se asustan y cuentan las camas disponibles. Y dicen: si no logramos frenarlo, no alcanzarán.
Lo más preocupante son dos cosas: hemos ya gastado la decisión del aislamiento severo (nadie se anima a proponerlo) y no sabemos todavía si las vacunas brindarán cobertura a tiempo y si su efecto será duradero.
Pero esto no es todo. Ayer, la que decía llamarse la “mayor democracia del mundo” estalló con formato de país caribeño. La violencia irascible de los partidarios de Trump irrumpió en el Congreso norteamericano para desconocer el resultado electoral de un sistema que viene siendo complejo en su formato.
Cuando ganó Trump hace algunos años, había sacado menos votos generales que Hilary, pero el sistema indirecto, con electores por Estados, le dio el triunfo.
Ahora parece que sucedió lo contrario, y Trump no quiere reconocer el resultado bajo el supuesto que obtuvo mayor cantidad de votos generales. Eso parece ser una suposición.
Pero lo que podría haber sido solo una batalla legal, ayer se transformó prácticamente en un conato de “guerra civil”, con heridos y muertos. Un espectáculo tremendo en el Capitolio, con un tipo vestido de aborigen, tapado con cueros, pinturas en la cara y cuernos texanos en su cabeza (esos cuernos que en Texas le ponen a los autos).
Cuidado, no hay que tomar con liviandad lo sucedido en los EE.UU.. Es una señal inequívoca de la gran crisis que sufre la democracia en todo el mundo. O la corregimos, o se hunde.
Mientras tanto, en una carrera alocada, un sinnúmero de supuestas vacunas compiten el mayor mercado mundial de medicamentos de los últimos años. Un negocio con horizonte de ocho mil millones de posibles usuarios. Nadie puede imaginar semejante negocio. Vacunas “para todos y todas” parece ser el slogan. Los grandes laboratorios empresas se matarán por dominar semejante mercado, provocando en nosotros un inevitable sentimiento de inseguridad frente a todas ellas.
Sin embargo, nuestra pobreza nos sacará de la duda, optaremos por la rusa, porque es la que tenemos a nuestro alcance económico. Las otras parecen ser muy caras, las consumirá, probablemente, ese segmento social que tiene acceso a todo. El resto somos “el montón”.
A conformarse.
Pero el drama no termina. Recién está comenzando. El clima se las trae, con su cambio climático a pleno, generando situaciones extremas. Al final de este año que se inicia tendremos una nueva (y posiblemente última) posibilidad de corregir el rumbo, en la Asamblea COP26 a celebrarse en Glasgow, Escocia, para ver si somos capaces de reducir la emisión de gases de efecto invernadero. Llevamos en esta emergencia varios años de atraso, con una responsabilidad (culpa) del mismísimo Trump que negó la existencia del cambio pese a que su propio país es uno de los que más consecuencias viene sufriendo. Absurdo e increíble, que esto provenga del país que más Premios Nobel suele tener. Que se jacta de su ciencia y de su tecnología, pero que la ignora cuando no responde a sus intereses económicos.
Un año complicado. Lo dijimos al comienzo. También es oscuro el horizonte político en nuestro país. En medio de la pandemia y de la crisis socio económica en permanente crecimiento, nuestros políticos ya actúan claramente en función de sus intereses electorales, de espaldas a los intereses de la gente que se encuentra cada día más pobre y desorientada. Esa es también una forma de sabotear a la democracia, cuyo desprestigio aumenta también en nuestra latitud.
Cada vez más la participación popular se aleja del escenario de las pujas entre “dirigentes” no elegidos que se enfrentan en las mesas chicas. Mal augurio.
Un año complicado.
Los ciudadanos tenemos en nuestras manos la posibilidad de resolverlo. Si somos responsables, y además, si participamos. No sirve solo poner el voto o levantar la mano, hay que pensar, y ser consecuente con las conclusiones.
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