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Transeúnte

(Dedicado a Alberto Rabbat y a Elvio Alanis)

Habían pasado ya 42 días desde la partida.

La falla producida en el momento del despegue había sido parcialmente reparada. Disponía todavía de una precaria comunicación on line con la tierra, aunque los mensajes demoraban casi una hora en ir y otra en volver.

Sabía que superada la órbita de Neptuno ya no habría comunicación directa, solo codificada. La comunicación codificada no se había alterado.

No le preocupaba ni la distancia ni la soledad. Se sabía preparado para ambas cosas.

Otra forma de terminar la vida, se dijo.

La nave era enorme, pero era el único humano que la habitaba. Tampoco había animales. Solo plantas hidropónicas que generaban alimento, conservaban el agua y producían oxígeno. En la parte central se ubicaba el acumulador de energía y el generador de gravedad 0.8. Hacia atrás los motores auxiliares. En la parte de abajo el bioterio vegetal. Un enorme almacén contenía alimentos sintéticos, agua y oxígeno para 20 años. De todos modos se suponía que el bioterio era capaz de mantener a una persona eternamente. (No duraré tanto, pensó).  Un captador de polvo cósmico proveía al bioterio de minerales y sustancias. Las enormes pantallas captaban la radiación solar y de otras estrellas y alimentaban de energía. En la cola de la nave, un pequeño reactor nuclear era el generador de emergencia. El podía (y debía) recorrer todas esas instalaciones de tanto en tanto, sobre todo, para mover sus músculos y sus articulaciones.

Prefería caminar la nave en lugar que estar una hora diaria en el gimnasio.

La nave no tenía ventanas ni nada que se le pareciera. Sin embargo, sentado en su mesa de conducción tenía enfrente una pantalla tridimensional que ocupaba toda la pared y que mostraba el universo como si se estuviera en un gran balcón. La imagen la captaban visores y cámaras en todo el exterior generando una imagen virtual (pero real) 360º. Incluso disponía de zoom puntual para focalizar y ajustar el tamaño de cualquier objeto. En la misma pantalla podía, operando en la consola, ver todos y cada uno de los pasajes y rincones de toda la nave, y controlar desde allí absolutamente todos los instrumentos.

Por fortuna, el accidente del despegue no produjo daños en el sistema, solo afectó parcialmente las comunicaciones.

Los sensores en piel y músculos que debía colocarse una vez al día eran molestos. Le producían cierto ardor. Por suerte bastaba tenerlos diez minutos para que el monitoreo fuese completo y la computadora ajustara todos los parámetros de la supervivencia. El solo obtenía un reporte muy breve sobre su estado.

Sabía incluso que su presencia no era necesaria para nada. Sin él allí todo funcionaría de la misma manera y hubiera hecho innecesario el bioterio y el generador de gravedad. Pero también sabía que era la pieza más importante del experimento: cómo y cuanto puede sobrevivir el hombre en el espacio.

Lo habían elegido entre miles de igual edad, 44 años, con su organismo evolucionado, su capacidad intelectual al máximo y con un mínimo de 20 años más de vida asegurados.

La formación técnica, física y psicológica había durado 6 años. Meses antes de partir le habían aplicado cirugía preventiva para evitar cualquier anomalía en el espacio. Pero disponía de un consultorio automatizado, totalmente programado para realizarle cualquier intervención que fuere necesaria. En tal caso solo debía mantener los sensores conectados, ellos se encargarían de todo.

Se sentía bien. La soledad no le afectaba. No la pasaba mal. La pantalla contenía todo el universo de  imágenes y sonidos que pudiera requerir. Tenía acceso a la super internet a la que muy pocos, en la mismísima tierra, podían acceder. Podía simular cualquier situación y cualquier relación, incluidas las sexuales. Y mediante el adormecedor vivirlas virtualmente con un realismo imposible de discernir. A la derecha de la cabina había un cuarto especial: un pequeño taller donde podía realizar cualquier desarrollo manual, con cualquier material. Era una actividad fundamental para mantener el equilibrio psíquico y físico.

Había diseñado y ya lo estaba fabricando un pequeño robot volador que apoyado en los campos electromagnéticos internos de la nave lo acompañaría volando a pocos centímetros de su cabeza cada vez que recorriera los pasillos y salas. Ya lo había probado y funcionaba, solo faltaban ahora detalles y darle un aspecto adecuado. Esto último todavía no lo tenía resuelto, pese a que en la pantalla había recorrido centenares de mascotas aparecidas en los comics del siglo XX.

Salió del adormecedor y miró el calendario. Habían pasado ya 286 días de la partida, todo seguía normal. Las comunicaciones con la Tierra ya eran codificadas y demoraban varias horas en ir y volver. Pero el simulador las ponía en tiempo real, lo cual suele ser suficiente.

Pensaba: cuando miramos una estrella en el cielo no pensamos que esa luz partió varios años antes…para nosotros, esa estrella está “allí”, aunque ya no esté.

Lo mismo me sucede ahora con la tierra, hablamos y nos respondemos con días de diferencia, pero el simulador se encarga de hacernos sentir “presentes”.  A veces bromeo con ellos, no me afeito, por ejemplo. Ellos me dicen: tienes barba. Yo me río cuando  les digo, me afeité ayer. Y ajusto el simulador y les muestro como fue mi afeitada.

El simulador es uno de los instrumentos que más me cuesta entender o descifrar, porque pareciera que modifica el tiempo, aunque en realidad lo que hace es acomodar imágenes ya sucedidas en el presente que sucede. Pero no se trata de videos o grabaciones, se trata solo de demoras inevitables que hay entre ellas, las que van, y las que vuelven. Si no tuviéramos el simulador, pienso, la angustia nos afectaría, porque estaríamos siempre esperando las respuestas. Como sucedía en la era pre electrónica, la de mis abuelos.

Se sentó frente a la pantalla y la ajustó a imagen real. Vio ante él un universo oscuro, con puntos brillantes aquí y allá…Albatros estaba posado en el borde de la consola (así había finalmente bautizado al robotito volador). Pensó en Albatros, un buen nombre y un buen aspecto, hasta el sonido real pude colocarle. Cuando vuela lo emite cada 10 segundos, lo cual me permite ubicarlo y no chocar con él. Me falta terminar un chip que evitará los choques. Algún día de estos comenzaré a hacerle una gaviota, para que no se sienta solo…. Les gustará reunirse en el tanque del bioterio, el cual tiene siempre pequeñas olas que lo oxigenan y un vientito que mueve las hojas de las plantas.

Los amigos de la base me cuentan que Albatros se ha hecho popular. Han fabricado toda una colección de albatros similares al mío, incluso algunos vuelan en forma rasante produciendo exclamaciones en sitios de reunión. Me dicen: tienes millones de dólares acumulados por la propiedad intelectual esperándote. Porque si algo le da valor a los miles de albatros que se venden en la Tierra, es tu Albatros, volando contigo, ya fuera del sistema solar.

Efectivamente, a los 1054 días de la partida estábamos ya cruzando el límite difuso del Sistema Solar. El Sol se veía pequeñito, como una miserable esferita amarilla que casi no brillaba. Los planetas habían ya desaparecido. Al último que vi hace algunas semanas fue a Urano. A Plutón no lo vi, posiblemente estaba adormecido.  Pero allí lo tenía ahora, en la pantalla….no me gustó…lo sentí lejos de todo, olvidado…debe ser muy feo vivir allí, pensé…  qué ironía.

Para compensar la visión deprimente de Plutón sintonicé en el panel “primavera”, la nave se pobló de colores y un aroma penetrante de diversos polenes llenó la sala…Albatros se puso a perseguir una mariposa sorpresa que le había fabricado unos días antes. Una canción alegre me hizo sentir bien….chau Plutón, dije y me dije

Miré en la pantalla a Alfa Centauri, mi destino.

Con suerte, llegaré a su atracción en 24 años.

Más que con suerte, con energía, debo seguir aumentando la velocidad hasta alcanzar 45.000 km/ seg.

Todo fue calculado y diseñado para que así suceda…  llegaré vivo?  Que sucederá con la materia de esta nave a esa velocidad?

Todo en orden me dije en voz alta, para que también lo supieran en la Tierra.

Y encendí el adormecedor sintonizándolo en tres semanas. Previamente había seleccionado una serie de sueños inducidos, en general, paisajes tropicales.

Albatros, quedas a cargo de la nave.

Cuando desperté, lo primero que vi es que Albatros había logrado cazar a  Mariposa. Pero no le había hecho daño, solo quiso demostrar su ventaja tecnológica. Y lo había logrado.

Abrí el buzón y revisé los mensajes. Nada importante. Encontré allí el pedido de un amigo. Me decía: cuando salgas del Sistema Solar, sácale una postal, y me la mandas.

Llevé la imagen de la pantalla hacia atrás, dos días después de dejar Plutón… Nada, absolutamente nada. Hice un ajuste de escala, le di al Sol el tamaño de una pelota de fútbol. La Tierra era una esferita de 2 mm que se encontraba a 23 metros. Y Plutón, la punta de un alfiler situado a 950 metros. Jùpiter, del tamaño de una bolita a cientos de metros… nada, no hay imagen del Sistema….eso que vemos en los libros es solo una construcción mental…un modelo…como la de los átomos y las moléculas.

En el espacio no hay sistemas compactos, son todos sistemas dispersos, integrados por cuerpos que se atraen y se relacionan separados por enormes distancias.

Solo yo, en esta nave, puedo darle formas irreales a las cosas, gracias a las computadoras que operan esta increíble pantalla y al simulador, que engaña al tiempo.

Le respondí a mi amigo: lo lamento, no hay postal, solo espacio oscuro y pequeños cuerpos distantes. Nada hace pensar que giren en torno al Sol. Solo son ecuaciones.

Otro mensaje venía de la base, y me decía: en dos días podrás detectar una nube amorfa y oscura, con mínimos destellos en sus bordes…es el cometa Halley, confirma su tamaño y sus coordenadas.

Pensé en ese Halley brillante, de larga cabellera, saludando al Sol, dejando tras de si una huella de polvo espacial…nada que ver con esta nube oscura y sin forma, atrapada por una fuerza que la obliga a volver, cada 80 años.  y que solo al aproximarse al Sol puede convertirse en una bella y fugaz visitante de los cielos y las fantasías.

Risueñamente pensé, como las mujeres, cuando se producen.

No lo miré, no me interesó. Pero todo fue registrado por el sistema y enviado a Tierra, como lo habían solicitado.

En los días siguientes tuve que ocuparme del mantenimiento del bioterio y de su sistema de alimentación. Habíamos atravesado una región con mucho polvo estelar y los acumuladores de minerales estaban sobrecargados. Eso era muy bueno. Solo tenía que transferir ordenadamente las especies a sus depósitos.

Terminado ese trabajo hice el informe, lo despaché sabiendo que llegaría en ocho días a la Tierra.

El calendario de supervivencia me informaba que había llegado el momento de adormecerme por seis meses. Nunca había pasado tanto tiempo en ese estado. Me invadió una cierta intranquilidad. Pero sabía que el adormecimiento iría aumentando, ya que en ese estado mi vida se prolongaba, y ese era uno de las necesidades de la misión.

De modo que conecté todos mis sensores y alimentadores. Desactivé a Albatros y a  Mariposa. Climaticé automático.  Me acomodé en el sillón flotante. Y dejé que un sueño profundo me sumergiera. Mientras tanto el sistema calculaba trayectorias afectadas por atracciones distantes, se orientaba en las curvas gravitacionales y con ello aumentaba la velocidad.

Esta vez fue el sistema que le dijo a Tierra: todo normal.

………………………………………………….

Corría con mi perro por el bosque cercano a la playa, allí vivían mis abuelos.

Me encantaba pasar mis vacaciones con ellos. Eran realmente calmos, dedicaban su tiempo a las cosas simples.

Mi abuelo me contaba que de joven había manejado trenes eléctricos por túneles. Que no se veía nada…. Que había que confiar en los controles y en las señales…ni los rieles logras ver, me decía.

A mi me gustaban esas historias.

Ahora solo se dedicaba a una pequeña huerta y a entretenerse en un desordenado taller lleno de cosas sin terminar…Te estoy haciendo un caballito de madera, me dijo…  hazme un avión, le dije.

Me miró pensativo, me tomo por los hombros y me dijo: “la vida es una verdadera aventura…ya lo verás ….”

Por encima de nosotros, un albatros en vuelo enloquecido, perseguía a una mariposa.


Perdidos En El Tiempo

 Elvio Alanis.

El Sol es una estrella relativamente pequeña (de hecho se la clasifica como enana) no es ni muy fría ni muy caliente, nació hace unos 4500 millones de años (un tercio de la edad del Universo, más o menos 13.000 millones de años) y en su formación utilizó mucho material elaborado previamente en el interior de otras estrellas que se desintegraron (“murieron”) con anterioridad. El Sol es una de las miles de millones de estrellas que conforman la galaxia Vía Láctea, la que a su vez es una de las miles de millones de galaxias que existen en el universo conocido. El Sol orbita alrededor del centro de la galaxia a una distancia aproximada de 30.000 años luz (dos tercios de su radio que es de unos 50.000 años luz).

El Sol es una estrella nada especial, salvo tal vez por el hecho que en uno de sus planetas vivimos nosotros.

La Tierra se formó junto con el Sol y los demás planetas. Si dividimos la edad de la Tierra por DOS MIL (2000) tendremos aproximadamente el tiempo que lleva la raza humana sobre el planeta… (2 millones de años? parece muy poco, no?) y durante ese tiempo el Sol recorrió solo la CENTÉSIMA parte de su última órbita alrededor de la galaxia.

La era Cristiana es a su vez la milésima parte de ese período y ya volveremos a dividir ese período otra vez. Pero antes se me ocurre reflexionar en lo siguiente, que nos puede ubicar mejor en el espacio tiempo.

Por ejemplo: consideremos la galaxia Andrómeda (la vecinita más grande cercana a la Vía Láctea a más de 2.000.000 de años luz) Un rayo de luz que salió de esa hermosa galaxia en los albores de la raza humana, recién está llegando a nosotros.

Y en nuestra propia galaxia, cuando fotografiamos el centro de la misma, la luz que registramos salió de allá mucho antes que existieran las más antiguas civilizaciones que registra nuestra historia.

Hace poco más de dos mil años que la raza humana comenzó a generar y documentar conocimiento científico en diversas ramas, pero podríamos decir que hace solo 400 años, con Galileo Galilei, comenzó el vertiginoso desarrollo de la ciencia actual generadora de conocimiento sistemático y de tecnología. Hace solo un siglo que disponemos de la tecnología de las comunicaciones por radio, usando ondas electromagnéticas que se propagan a la velocidad de la luz. Durante los últimos 100 años se avanzó en el conocimiento del universo de una manera colosal: desde comprender qué son y por qué brillan las estrellas hasta poder estimar la edad del propio universo y fotografiar sus confines. Y hace tan solo DOS décadas disponemos de la tecnología necesaria que permitió descubrir en algunas estrellas muy cercanas (aunque cada vez más lejos) la existencia de planetas. Confirmados más de 1000 y el número sigue creciendo.

Pensemos ahora en la existencia de vida inteligente en otros planetas y en la posibilidad de comunicarnos. Sabiendo de la existencia de otros planetas en estrellas cercanas al Sol (en una región muy pequeña de la galaxia) y considerando la enorme cantidad de estrellas que hay solo en nuestra galaxia, no es descabellado pensar que debe haber vida en algún lugar.

Ahora, si tenemos la tecnología para enviar señales y sabemos para dónde enviarlas, ¿podríamos comunicarnos? No es tan fácil: tenemos el emisor, pero necesitamos el receptor. En el sistema solar hay un solo planeta que tiene vida inteligente (si no somos muy exigentes en la definición…) y aun si hubiese vida inteligente en un planeta de la estrella donde enviamos la transmisión ¿tendrán la tecnología necesaria para recibir y traducir el mensaje? y si es así, ¿tendrán la tecnología para contestar el mensaje?

Y si todo eso se da: supongamos que la estrella esté a 100 años luz, el mensaje tardará 100 años en llegar y 100 años más para recibir la respuesta  (¡ entre QSL y QSO se irían muriendo los telegrafistas!).

Pero algo más importante. Nuestra civilización tiene unos 3000 /4000 años? Sabemos que han existido otras civilizaciones en la Tierra y han desaparecido. ¿Cuánto durará la nuestra? (¡¡¡ tenemos la bomba atómica y la de hidrógeno!!!)…. no sabemos. ¿Cuánto durará la civilización a la que le mandamos el whatsapp? ¿Qué probabilidad hay que, en los miles de millones de años de este Universo, coincidan nuestras existencias justo ahora? y tan cerca de nosotros?

Y aun así, nosotros hace menos de 100 años que podemos comunicarnos ¿qué probabilidad hay que ese “flash” tecnológico coincida con el flash de nuestros interlocutores alienígenas?

ElvioAlanis